Yo
creo que fui una de las pocas personas que conocía de su agonía…sus estados de
euforia y su faceta contraria, extremadamente feliz riendo sin razón de sus
pensamientos, y al quedar a solas, llorar durante horas cuando sus pensamientos
se transformaban en imágenes de sus seres queridos despedazados, asesinados...
Vivía
con su esposa en un pequeño apartamento donde sus hijos los habían dejado antes
de emigrar. Se quejaba de dolores en las articulaciones, de frecuentes
pesadillas y de pequeños "accidentes" que sufría durante el día, y
que su mujer atribuía a su edad o a la tristeza que sentía por la falta de los
hijos.
Yo
lo conocí un día en el parque mientras le daba de comer a las palomas y desde
entonces, lo acompañaba en sus paseos matutinos. Yo veía sus heridas, como la
vez que lo encontré con la rodilla ensangrentada y a mi pregunta de lo
sucedido, contestó que cada día estaba mas torpe, como le decía su esposa…Pero
luego, las heridas fueron aumentado, sobreviniendo mientras dormía, propias de
trastornos de conducta que le ocurrían durante el sueño, en donde había incluso
lastimado a su compañera…
No
sé bien cuando empezó su deseo de apartarse de todos, de encerrarse dentro de
las paredes de su habitación sin responder a mis llamadas para ir a
caminar…¿Acaso sería el saber que no tenia Parkinson o Alzheimer, sino que
presentaba síntomas de demencia de cuerpos de Lewy?...Pienso que el conocer los
síntomas y reconocer que ya habían comenzado los cambios de atención, las
alucinaciones, los problemas en su andar y sobre todo, la confusión y pérdida
de la memoria, le generaron una gran depresión y tristeza, así como grande era
la cantidad de medicamentos en su mesa de noche...antidepresivos, medicamentos
contra la ansiedad, para el sueño pesado y antipsicóticos para ayudar a aplacar
las alucinaciones y los comportamientos peligrosos,
Una
noche, sintió que no tenia elección, no tenía nadie que pudiera ayudarlo, las
imágenes le mostraban un abandono total…sintió el repudio de su esposa, sus
burlas, y su cuerpo tembloroso no aguantó mas y saltó al vacío…
Este jueves, el tema propuesto lleva una carga sentimental muy grande, por lo que les invito a leer los temas que se toquen al respecto en el blog MOLI DEL CANYER
Esas enfermedades sòn muy duras y dificilmente soportables y si te das cuenta
ResponderEliminarEl pobre hombre no vió salida ni cariño por parte de nadie.
Un abrazo
Un texto lleno de dureza y emoción.
ResponderEliminarEnhorabuena.
La falta de interés por el otro se justifica con "son cosas de la edad" cuando si nos parásemos a ver y no a mirar, y a intentar comprender un poco, aunque solo sea por el cariño y respeto que deben dar los años, no nos hallaríamos muchas veces con situaciones como estas donde lo que para unos es cobardía para otros es valentía. No se puede comprender todo lo que se conoce pero también es cierto que no te exime de intentarlo.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Un texto donde te das cuenta como nos cambia la vida y hasta las personas que conviven con nosotros no llegan a entender que nos pasa .
ResponderEliminarEs como dices muy importante saber los síntomas al menos para que así muestren más consideración al enfermo él non tiene culpa alguna ..
Un fuerte abrazo y feliz tarde.
Es un relato durisimo pero real como la vida misma. A veces con un bien soporte exterior no se pondria a las personas tan al limite de explotar. Gracias por participar, besos.
ResponderEliminarTodas las tardes de otoño solía sentarme al lado de aquella mujer. Siempre me llamó la atención su semblante. Parecía como de otro tiempo, aquel donde el olvido se une con el recuerdo en algún lugar de la memoria. Aquella mujer era la protagonista de mis cuentos infantiles; tan dulces como su mirada y tan cálidos que parecía venir de otro mundo. Su pasado era un misterio y su mirada cálida marcaba una extraña frontera entre ella y yo. El nombre nunca lo supe pero podría ser el de cualquier mujer que ama la vida como yo la amé en mi niñez.
ResponderEliminarHoy soy mamá de cuentos infantiles y mi hija, sabrá quien soy a través de lo que escribo. Aquella mujer, se parece a mi madre y a mi abuela y todas las madres del mundo.
Cada tarde se sentaba en el mismo banco del parque rodeada de hojas secas y un cielo cubierto de sueños. Yo me sentaba a su lado y ella parecía no estar aunque, aquella expresión, aquella mirada, me recordaba a todo aquello que viví en la infancia por mis mayores
. Tenía un paraguas roto, una ropa usada pero limpia como su mirada y yo, tonta de mí, siempre quise hablarle y aún así no lo hice.
Hoy, pasado el tiempo, aquella mujer ya no está. Hace tiempo que se marchó más allá donde los cuentos no alcanzan mi memoria. Supe que padecía de Alzheimer y no puedo concebir la idea de que aquella mujer sufría. A veces me miraba y sonreía y yo volaba en el recuerdo como tonta ajena de todo. Me he quedado parada unos instantes en el mismo lugar donde ella se sentaba para recordar todo aquello que sentí. He tenido el reproche de no abrazarla y besarla por todo aquello que vivía a su lado y por recordarme cosas tan íntimas.
A veces me da miedo perder el sentido de la realidad. No concibo el final de mis días en ese dulce abismo y me aterra pensar que sea así. De todas formas la memoria es algo pegadizo en el ser humano y de alguna manera, ella vivió su ausencia en mí.
Bambú y Buscador.
Terrible situación la de este personaje tan sufrido y doliente. No debe de ser sencillo ayudar a quien se sumerge en ese tipo de profundidades, alejados de la realidad al punto de perder el control sobre su cuerpo. Tristísimo.
ResponderEliminarUn abrazo