Y si
le agregas a esa tarde una breve meditación sobre las horas que arden como la
Juana en la hoguera, y si en esa calma que me espera sofocándome en los mejores
momentos que recuerdo, tratas de abanicar el sueño que me impide disfrutar del
paisaje y me silba muy despacio que ¿hasta cuándo estaré recordando lo que ya
no debo…?
Y
entonces, estiro mis rodillas y comienzo a dejar que el dorado de este sol Inca
derrita mis heridas y los recuerdos de otras tardes de laxitud de un tiempo que
ya se fue sin llevarse mis preguntas ¿Y cuándo nos veremos otra vez? ¿Cuándo
despediremos a las estrellas sentados en la cornisa al borde de una ráfaga
mañanera?
Son
tantas preguntas y aún no recibo respuestas, al menos no claras, aunque si sean
sinceras ¿hasta cuándo estaré sentada en este paisaje de lágrimas, a donde yo
nunca pedí que me trajeran? ¿Hasta cuándo seguiré poniendo un plato de cena
para ocupar tu lugar en la mesa?
Sigue
de largo amigo...aquí lo único que queda con vida es este mar que se retuerce y
desparrama frente a mis hojas muertas…y si echas de menos algo, yo que tú, me
animaba a tocar en otra puerta, la que vivía aquí, bailando descalza y juntando
caracolas en la arena, esa...ya no se donde se encuentra.