El hombre inclinado sobre la mesa, escribía una nota: “A quien encuentre
mi cuerpo, le pido perdón por las molestias…” mirando el papel se quedó
pensativo…
Guslobario, era un hombre lobo. De niño, sus padres lo amarraban fuertemente
en las noches de luna llena, pero, temiendo no poder evitar su transformación en la
edad adulta, encontraron un gas que le permitía dormir toda la noche y por eso
hizo un doctorado en anestesiología. Lo que no pudo lograr es dejar de ser un hombre excesivamente velludo, con la quijada alargada y orejas
puntiagudas.
Recordó con dolor, el día que escuchó a Diana, la pelirroja que amaba en
secreto, decir a sus amigas “...si quedara embarazada de ese doctor, me
suicidaría…”
El día del aniversario del hospicio, Diana fue al baile con un seductor vestido rojo y coqueteó con todos, pero no le dignó ni un saludo a él. Cuando la chica se retiró de la fiesta, él la siguió y espero a que todos en su casa durmieran. Tembloroso, colocó una manguera en la ventana y vació una botella compuesta por óxido nitroso de una formula especial que la haría colaborar en todo. Al verla indefensa, la abrazó fuerte, después de todo, él la amaba y sabía que le haría mucho daño. Le quitó la ropa y sus manos velludas empezaron a acariciarla sintiendo como ella le respondía con placer dentro de su estado inconsciente, logrando que se vaciara varias veces dentro de ella.
Diana despertó al día siguiente con una resaca y notando que había tenido
sexo, pero sin recordar con quien.
Los días siguientes, Guslobario miraba como Diana iba cambiando con el embarazo,
el cual no pudo detener obligada por sus religiosos padres: “…Si te
divertiste en la fiesta, ahora te haces cargo”, le dijeron.
Siguió escribiendo la nota…” todo lo escrito en esta nota es cierto, no
lamento lo que hice, solo espero que Diana cuide bien a mi hijo” y luego de
firmar acercó su boca al tubo, abriendo la llave de la botella de gas mortal y
aspiró fuertemente…
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