29/3/19

Jueves de relatos: Casa de vecindad

En una típica casa de vecindad, de esas que abundan por la Toscana, con sus viejos muros de piedra, sus ventanas y puertas verdes y la ropa colgando hacia fuera, vivían varias familias con características muy particulares.

Don Napo, un viudo y dueño de la vecindad, vivía a la entrada del recinto justo al lado de la portera (chismosa de profesión) y debido a su puntual exigencia para cobrar las rentas, era odiado por sus inquilinos. En la vecindad vivían entre otros, Augusto, un chulo amante de Gina, quien vivía en la habitación siguiente con su esposo. Frente a ellos, Isabella, mujer de exótica belleza, que disfrutaba alardeando de su dinero, sin importarle que todo el mundo supiera que era prostituta. En las otras habitaciones no variaba mucho la calidad de inquilinos pues la mayoría eran comadres verduleras, mujeres con esposos en prisión que eran visitadas por sus amantes y padres borrachos que procuraban malos tratos a sus hijos…

Sin embargo, sobresalía del montón, una joven huérfana, de modales correctos y comportamiento mesurado pero carcomida por la pobreza. Su belleza y juventud, eran su desgracia, porque en cada trabajo conseguido provocaba celos en las esposas o era el objeto de deseo de patrones aprovechados.

Don Napo viendo su necesidad, le ofreció alojamiento y comida a cambio de que viviera con él, y ella vencida por el hambre, acepto...La noticia hizo cobrar vida al patio, las risillas, los secretos y chismes iban de boca en boca. Los borrachos le lanzaban propuestas indecentes y la trataban como una cualquiera... Todos, excepto Isabella, le dieron la espalda. A ella le contaba sus penas, de los abusos que soportaba de Don Napo,  de su deseo de escapar y no tener como hacerlo…

Y así, sin que nadie se diera cuenta, una de esas noches las dos mujeres dejaron la vecindad para siempre...todo siguió igual ahí, el patio se llenó de chismes, los borrachos siguieron más borrachos, los niños maltratados y los amantes entrando como gatos por las noches…y Don Napo, el siguió cobrando y aumentando las rentas.

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9 comentarios:

  1. La realidad de algunas realidades. El patio de vecinos es un amplificador de las historias pequeñas y cotidianas.

    Bien hicieron las jóvenes en huir a una atmósfera más abierta. Un abrazo

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  2. La necesidad procura siempre aceptar cosas que no deberíamos. Por lo menos en tu relato, la joven encontró una mano amiga que la ayudó a librarse de ese desalmado. Gracias por participar. Un beso

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  3. Si nos damos cuenta los abusos de autoridad están siempre presentes , Don Napo hay muchos y por desgracias huérfanas tan bien ..menos mal qye hay corazones como los de Isabela , que no importa la profesión que ejerza sino el el alma que tiene ..ella fue la única que se dio cuenta del horror de la pequeña ..me gusto mucho pq podría ser un hecho real de los muchos abusos de esas corralas y casas de vecinos . Un abrazo querida amiga ..muakk.

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  4. El hambre hace que se hagan cosas, de las que a veces alguno se arrepiente, en este caso gracias a la vecina se salvaron de algo mucho peor.
    Un abrazo

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  5. Una historia muy acorde para ese intimo mundo de intrigas, miserias y chismorreos. Buen aporte para esta convocatoria, Diva. Un abrazo

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  6. Bien por ellas que pudieron huir de tanta miseria.
    Bss.

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  7. Veo que ya sea en la Toscana, en las Corralas madrileñas o en los Patios de Córdoba, varían poco las características.

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  8. Entre los vecinos que viven en tan estrecha convivencia; surgen siempre, motivos para discutir, y de peleas. Y si no surgen són ellos los que los buscan. Desde que el hombme es hombre.Muy bonita historia. GRracias por ccmpartir. Divagaciones Nocturmnas

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  9. Buena decisión. Una historia que, desgraciadamente, no se aleja de una realidad cruda y dura.

    Muy buen relato, querida amiga. Siempre hay quien ofrece su mano para ayudar a salir de la oscuridad…

    Un abrazo, y muy feliz inicio de semana 😘

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Para los que solo fui sombra..para aquellos que deje huella...escribiré siempre que pueda todo lo que mis divagaciones me hagan sentir...