En una típica casa de vecindad, de
esas que abundan por la Toscana, con sus
viejos muros de piedra, sus ventanas y puertas verdes y la ropa colgando hacia
fuera, vivían varias familias con características muy particulares.
Don Napo, un viudo y dueño de la
vecindad, vivía a la entrada del recinto justo al lado de la portera (chismosa
de profesión) y debido a su puntual exigencia para cobrar las rentas, era
odiado por sus inquilinos. En la vecindad vivían entre otros, Augusto, un chulo
amante de Gina, quien vivía en la habitación siguiente con su esposo. Frente a
ellos, Isabella, mujer de exótica belleza, que disfrutaba alardeando de su
dinero, sin importarle que todo el mundo supiera que era prostituta. En las
otras habitaciones no variaba mucho la calidad de inquilinos pues la mayoría
eran comadres verduleras, mujeres con esposos en prisión que eran visitadas por
sus amantes y padres borrachos que procuraban malos tratos a sus hijos…
Sin embargo, sobresalía del montón,
una joven huérfana, de modales correctos y comportamiento mesurado pero
carcomida por la pobreza. Su belleza y juventud, eran su desgracia, porque en
cada trabajo conseguido provocaba celos en las esposas o era el objeto de deseo
de patrones aprovechados.
Don Napo viendo su necesidad, le
ofreció alojamiento y comida a cambio de que viviera con él, y ella vencida por
el hambre, acepto...La noticia hizo cobrar vida al patio, las risillas, los
secretos y chismes iban de boca en boca. Los borrachos le lanzaban propuestas
indecentes y la trataban como una cualquiera... Todos, excepto Isabella, le
dieron la espalda. A ella le contaba sus penas, de los abusos que soportaba de
Don Napo, de su deseo de escapar y no
tener como hacerlo…
Y así, sin que nadie se diera cuenta,
una de esas noches las dos mujeres dejaron la vecindad para siempre...todo
siguió igual ahí, el patio se llenó de chismes, los borrachos siguieron más
borrachos, los niños maltratados y los amantes entrando como gatos por las
noches…y Don Napo, el siguió cobrando y aumentando las rentas.
Mas relatos sobre vecindades en LUGAR DE ENCUENTRO
La realidad de algunas realidades. El patio de vecinos es un amplificador de las historias pequeñas y cotidianas.
ResponderEliminarBien hicieron las jóvenes en huir a una atmósfera más abierta. Un abrazo
La necesidad procura siempre aceptar cosas que no deberíamos. Por lo menos en tu relato, la joven encontró una mano amiga que la ayudó a librarse de ese desalmado. Gracias por participar. Un beso
ResponderEliminarSi nos damos cuenta los abusos de autoridad están siempre presentes , Don Napo hay muchos y por desgracias huérfanas tan bien ..menos mal qye hay corazones como los de Isabela , que no importa la profesión que ejerza sino el el alma que tiene ..ella fue la única que se dio cuenta del horror de la pequeña ..me gusto mucho pq podría ser un hecho real de los muchos abusos de esas corralas y casas de vecinos . Un abrazo querida amiga ..muakk.
ResponderEliminarEl hambre hace que se hagan cosas, de las que a veces alguno se arrepiente, en este caso gracias a la vecina se salvaron de algo mucho peor.
ResponderEliminarUn abrazo
Una historia muy acorde para ese intimo mundo de intrigas, miserias y chismorreos. Buen aporte para esta convocatoria, Diva. Un abrazo
ResponderEliminarBien por ellas que pudieron huir de tanta miseria.
ResponderEliminarBss.
Veo que ya sea en la Toscana, en las Corralas madrileñas o en los Patios de Córdoba, varían poco las características.
ResponderEliminarEntre los vecinos que viven en tan estrecha convivencia; surgen siempre, motivos para discutir, y de peleas. Y si no surgen són ellos los que los buscan. Desde que el hombme es hombre.Muy bonita historia. GRracias por ccmpartir. Divagaciones Nocturmnas
ResponderEliminarBuena decisión. Una historia que, desgraciadamente, no se aleja de una realidad cruda y dura.
ResponderEliminarMuy buen relato, querida amiga. Siempre hay quien ofrece su mano para ayudar a salir de la oscuridad…
Un abrazo, y muy feliz inicio de semana 😘