Por fin había llegado a su destino. El
historiador podía viajar entre portales oníricos pero un trauma en su niñez le
impedía sentirse cómodo en un avión, mas no tenía elección, el lugar a donde
iba estaba rodeado de anorradianes para impedir que la puerta dimensional se
abriera y alguien entrara…o se fuera…
Aún no podía creer que la hubieran
encontrado, pero su informante estaba seguro de que era ella..,su pequeña
cenicienta, la más hermosa mujer que aún sin gota de maquillaje y con su estilo
típico carente de elegancia, logró llegar al estrellato en un corto tiempo,
pero que ahora, víctima de sus excesos, de sus ansias de tenerlo todo, cuando ya lo tenía todo, fama, dinero,
belleza y juventud, su pequeña Pigmalión….desapareció para el mundo
Hector Escorzo la había dibujado tanto es
sus historietas y la había tenido también muchas veces en sus sueños, por eso
no comprendía como de esos ojos claros, no brotaba una chispa de reconocimiento
hacia él, quería decirle quien era, quería pedirle perdón por no haberla
entendido, pero Lestrade le había advertido que decir su nombre en esas
condiciones, podría causar un daño irreparable en su mente, así que mantuvo
distancia y disfrutó observando su cuerpo aún con vida, con el insano placer de
disfrutar su desnudez envuelta en esos miles de recortes con los que pegaba
frases en la pared: “Mi ideal no es para todos”, frase que el historieta conocía
muy bien
Por su lado, las dos mujeres solo lo
observaban como quien observa una figura en una pantalla, no se daban cuenta de
su presencia cercana y fue cuando a Escorzo se le ocurrió una idea: Si ellas
pensaban que él era una especie de comics, colocaría dialogo sobre su cabeza.
Y fue así cuando la cara de un
apesadumbrado Héctor encontró la manera de expiar sus pecados…sobre su cabeza,
un globo tenía una frase que decía…
“Recuerdas tu último deseo?”
