“El
arte es el alma de la sociedad y representa las mejores cosas que hemos
logrado. Ir tras él para rescatarlo e intentar protegerlo y preservarlo es el más
noble de los esfuerzos”
Matt
Dammon, actor en la película The Monuments men
Hasta hace
poco tiempo no conocía la historia de este grupo de militares que no reparó en
poner en peligro su vida para evitar que el mayor legado de obras de arte del
mundo se perdiera para siempre…desde entonces me ha llamado mucho la atención
saber como fue, quienes eran, que rescataron, y como lo hicieron..Son muchas
interrogantes plantadas en mi cabeza y que me hacen fantasear con aquellos días
en el París de la posguerra..Quizás no es fantasía, puede ser que si estuve ahí
conquistando ese capitán que no dejaba de verme, intentando decir que no cuando
realmente era un si…por ahora dejaré que mi fantasía siga creando las continuas
y dispersas divagaciones que me traen estos hombres e Elite, mientras retrocedo
en el tiempo para saber de ellos…
Hacia el
último año de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes ya presentían su
derrota y comenzaron a saquear museos y
colecciones privadas y públicas. El presidente de los Estados Unidos para ese
entonces, Franklin D. Roosevelt, dio la orden para reclutar un grupo de historiadores,
investigadores y curadores de arte, para que comenzaran la tarea de recuperar
todo lo mas que pudieran de las obras robadas por Hitler a manos de brigadas
alemanas saqueadoras como la del grupo de Alfred Rosenberg que vació París
A esos
monumentales hombres que arriesgaron y hasta perdieron su vida en ese esfuerzo se
les conoció como “The monuments men”. Durante la 2da Guerra Mundial y después
de terminada, devolvieron a sus países originales más de cinco millones de
objetos robados, que incluían libros, dibujos, tallas, piezas religiosas,
esculturas y pinturas como El astrónomo,
de Vermeer, por el que suspiraba Hitler; La ronda nocturna, de Rembrandt, localizado en una caverna excavada
en el siglo XVII por los tercios holandeses durante otra guerra; La sutil Dama del armiño, de Da Vinci,
robada por el alemán que ejerció de gobernador general de Polonia, Hans Frank;
o la Madonna, de Miguel Ángel, robada
de la catedral de Brujas por los alemanes, que la sacaron envuelta en colchones
en un camión de la Cruz Roja, de madrugada, pocos días antes de la entrada de
los aliados.
TESTIMONIO
REAL
Entre el grupo
integrad por conservadores de arte, profesores, historiadores y soldados, se
encontraba Harry Ettlinger, alistado a los 18 años en el Ejército
estadounidense. Su familia pertenecía a una adinerada saga judía establecida en
la ciudad alemana de Karlsruhe desde 1725. Harry nació en 1926 y se topó de bruces
con el antisemitismo con siete años, cuando le prohibieron entrar en una
asociación deportiva local. El 24 de septiembre de 1938 celebró su ceremonia
del Bar Mitzvá en la sinagoga de Kronenstrasse. Al día siguiente la familia
huyó en tren a Suiza, antes de recomenzar su vida en Nueva York.
Un mes
después, en la noche de los cristales rotos, fue quemada la sinagoga y todos
los judíos, incluido el abuelo de Harry, fueron internados en el campo de
Dachau. Harry es uno de los oficiales que sujeta el Autorretrato de Rembrandt,
escondido en una mina de Heilbronn junto a miles de piezas. Era la primera vez
que admiraba la obra, pero estaba harto de oír hablar de ella: pertenecía al
Museo de Karlsruhe, a pocas calles de su casa, al que nunca había podido entrar.(DiarioLa Tercera)
“Pueden exterminan a toda una generación,
arrasar sus casas y aun asi el pueblo se repondría, pero si destruyen su
historia, si destruyen sus logros es como si nunca hubiera existido …Eso es lo
que quiere Hitler, y eso es precisamente lo que queremos evitar”The Monuments
men