“…Y mientras su madre rezaba y aguardaba por
noticias de su marido ausente, el pequeño Pag Li, sólo parecía vivir para
escuchar las historias de dioses y reinos celestiales que Mey Ley, su nodriza, le narraba cada tarde junto al fogón. Con sus
cinco años, ya tenía el vocabulario y la inteligencia de un niño mayor: nada
raro en alguien nacido bajo el signo del Tigre.
La historia favorita de Pag Li era la leyenda del
intrépido Rey Sol, que se alimentaba de flores.
—Ayíí —pedía el niño casi a diario—, cuéntame de
cuando el Rey Sol quiso tener la píldora de la inmortalidad.
Y Mey Ley tosía para aclararse la garganta, mientras
revolvía la sopa donde nadaban legumbres y trozos de pescado.
—Pues resulta —empezaba— que la píldora estaba en
manos de una diosa que la guardaba con celo. Por nada del mundo quería
desprenderse de ella. Aunque el Rey Sol le rogó muchas veces que se la
entregara, todo fue en vano. Un día, el rey tuvo una idea. Se fue a la Montaña
de la Tortuga de Jade Blanco y allí levantó un hermoso castillo con un techo de
cristal. Era tan magnífico y radiante que la diosa quiso poseerlo de inmediato.
Así es que el Rey Sol se lo ofreció a cambio de la píldora. Ella aceptó, y el
rey se la llevó para su casa muy contento…
—Te faltó que no podía tragársela enseguida —la
interrumpió Pag Li.
—¡Ah, sí! La diosa le recomendó que no se la tomara
enseguida porque antes debía ayunar doce meses, pero la Reina Luna descubrió el
escondite donde…
—¡Ya se te volvió a olvidar! —la interrumpió el
niño—. El rey había, salido y
dejó la píldora escondida en el techo…
—Sí, sí, claro —dijo Mey Ley, añadiendo más especias
al caldo—. La Reina Luna descubrió la píldora por casualidad. El Rey Sol había
salido y, mientras ella vagaba por el palacio, observó una claridad que brotaba
desde lo más alto. Era la píldora divina. Así fue como la descubrió y se…
—Primero se subió a un mueble.
—En efecto, trepó a un mueble porque el techo del
palacio era muy alto. Y apenas se tragó la píldora empezó a flotar…
—Tuvo que agarrarse a las paredes para no chocar
contra el techo —apuntó Pag Li, a quien le encantaba este detalle.
—Cuando su esposo regresó y preguntó por la píldora,
ella abrió la ventana y escapó volando. El rey trató de perseguirla, pero ella
voló y voló hasta llegar a la luna, que está llena de árboles de canela. De
pronto, la reina empezó a toser y vomitó parte de la píldora, que se convirtió
en un conejo muy blanco. Este conejo es el antepasado del yin, el espíritu de
las mujeres.
—Pero el Rey Sol estaba furioso —continuó Pag Li,
demasiado emocionado para esperar por el resto del relato—, y juró que no
descansaría hasta castigar a la reina. El Dios de los Inmortales, que todo lo
oye, escuchó sus amenazas y se le apareció para ordenarle que la perdonara.
—Así fue. Y para tranquilizarlo le regaló el Palacio
del Sol y un pastel mágico de zarzaparrilla. «Este pastel te protegerá del
calor», le dijo. «Si no lo comes, morirás abrasado por el fuego del palacio.» Y
por último, le dio un talismán lunar para que pudiera visitar a la reina.
—Pero ella no podría visitar al rey porque no tenía
el pastel mágico para protegerse.
—Aja. Cuando la reina lo vio llegar, quiso huir;
pero él la tomó de la mano y, para demostrarle que no le guardaba rencor, echó
abajo algunos árboles de canela y con sus troncos olorosos construyó el Palacio
del Inmenso Frío y lo adornó con piedras preciosas. Desde entonces, la Reina
Luna vive en ese palacio y el Rey Sol la visita el día quince de cada mes. Así
es como ocurre en los cielos la unión del yang con el yin.
—Y por eso la luna se pone toda redonda y brillante
—gritaba Pag Li—. ¡Porque está tan contenta!
A la tarde siguiente, el niño corría de nuevo a la
cocina, después de haberse pasado horas retozando entre los sembrados, para
pedir otra narración que él recordaba mejor que la anciana….Esa es otra
historia…
(..de la Isla de los Amores Infinitos, de Daina
Chaviano)
Hola amiga de verdad tus cuentos son preciosos ese niño me recordó cuando yo era pequeña, y esperaba a mi padre para que me contara cuentos, es lindo leer y imaginar la belleza de los cuentos, sobre todo este de la luna y el sol muy bonito me gusto mucho.
ResponderEliminarUn gran abrazo y muchos cariños que estés muy bien.
Precioso y como nos gusta contar cuentos primero a los hijos y después a los nietos que nos escuchan con tanta atención.
ResponderEliminarSigue contando que así tengo más para contar.
besos