Sentada en el salón escucho el tic-tac
del ostentoso reloj colgado en la pared,
sepultado en una brillante caja de caoba
de puerta acristalada.
Su péndulo es dorado y se mueve acompasadamente…
¿Acaso aguardo un mensaje suyo, una respuesta?
Pero su ruido es monótono y absurdo.
(Un reloj, como artículo de vanidoso lujo
que abraza la muñeca de la mano,
bien se puede llevar parado ..para lo que cuenta).
Baudelaire decía:
-Souviens-toi! Souviens-toi! La clepsydre se vide!
Mas no hay nada de qué acordarse.
Y, si la clepsidra se vacía, le daremos la vuelta y punto.
Aguardo la mañana: no sé bien qué haré con ella,
o si ella querrá hacer algo conmigo.
Mi corazón hace el ruido de los gongs
de los monasterios del Tibet
suspendidos en las paredes de los acantilados.
Llega la mañana. Es temprano (no recuerdo para qué).
Las calles están aún vacías.
Desde esta orilla se ve el barranco
salpicado de palmeras hasta donde llega el mar.
Al observarlo, todavía gris como un monstruo marino
que está a punto de despertarse, recuerdo
que tengo que recordar algo. ¡Ah, sí, un nombre!
Sin el recuerdo de aquel hombre
mi paseo sería anodino y carente de sentido.
Me voy animando. Entro en una cafetería y pido,
con mi vaga mente Dios sabe dónde:
-Un café, por favor, de los mismos que él toma.
.
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Para los que solo fui sombra..para aquellos que deje huella...escribiré siempre que pueda todo lo que mis divagaciones me hagan sentir...