Sucedió a bordo...

A decir verdad, desde la primera vez que nos dijeron que pronto debíamos emprender un viaje, dejar todo lo que conocíamos como hogar y empezar de nuevo, supe que yo no iría…Nadie podía obligarme…había nacido libre para elegir y sentir, libre de pensamiento y nadie, absolutamente nadie, tenía el derecho de decidir por nosotros y menos por mi, que siempre viaje a cualquier parte sin permiso alguno, recorriendo los senderos de cara al sol, atravesando el viento sin miedo de nada, sin barreras ni tiempo, tan solo admirando la belleza de cada paisaje y disfrutando del amor que solo se conoce cuando se ama a uno mismo…

¿Cómo podían siquiera pensar que iba a cambiar mi libertad para convivir con tantos otros que no tenían nada en común conmigo?...yo no estaba dispuesta a cambiar por nada, ni nadie, mis nocturnas horas en el mar para refrescar con sus aguas cristalinas mi acalorado cuerpo, ni a olvidarme de bailar en el viento agitando mis brazos cruzando cielos y mares, libre, soberana, sin reproches ni reprimendas, disfrutando de cada bocanada de polvo de estrellas y de la dicha de ser parte de este hermoso universo…

Acompañarlos hubiera sido igual a perder mi libertad, o lo que sería peor, a perder mi identidad y todo aquello que me hacía ser diferente a ellos….a ese grupo de seres sumisos, llenos de miedo, que no lograron nunca entender que el amor no era una cuestión de emparejamientos ni de piel…

Yo fui el último ángel que caminó sobre la tierra, pero preferí volar y dejar este mundo antes de sofocar mis alas en esa gigantesca embarcación cerrada donde un grupo de personas y animales sobrevivieron al diluvio… Lo que sucedió a bordo de esa nave ya es una historia muy conocida por todos…

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Este solo es un viaje de los muchos que se emprenderán si suben a bordo de la casa de Pepe..