A veces siento que provengo de algún
lugar en donde bailar y cantar era lo único imprescindible cada día para agradecer
a los dioses...quizás, tal vez quizás, desde el principio de mi existencia cuando solo
era una minúscula célula, mis oídos ya podían escuchar esas melodías de tiempos
remotos que los primeros hombres regalaron a sus dioses, mucho antes que el
mismo hombre los destruyera y en su lugar pusiera dioses con pies de barro… Es tan
fácil para mi imaginarme entrando por las puertas verdes de los campos bailando
y haciendo flotar el cabello por el viento…girar y girar escuchando las tonadas
que me hacen danzar descalza y enamorada al elevarme por completo hacia el
radiante sol que me acompaña, y le doy las gracias por entrar cada mañana por
mi ventana, por calentar mis huesos y broncear mi piel…gracias a esa brisa que con
caricias se trepa y en mi cuerpo se enreda, deslizándose suavemente con sus
largos dedos de seda, a cada árbol...gracias, por alargar sus ramas y en este
baile imaginario servirme de pareja…y eternas gracias a las brillantes estrellas
por ser las lamparitas de noche que siempre alumbran tu imagen sobre mi mesa…y a
cada ser vivo, cada cosa inanimada, cada sentimiento vivo o muerto y a cada
palabra, gracias por cada rayo de luz o sombra en la oscuridad, por hacerme
bailar y girar como el sol le baila a la tierra preñando su vientre con esta
vida que siento tan viva cuando la música entra en mi sangre y siento que tu amor recorre mi
carne desde los pies a la cabeza…
Pero otras veces, soy esa princesa
que a la luz del alba entrega sus placeres a la lluvia en la montaña a cambio
de un poco de esa escarcha blanca…buscando por toda la eternidad el agua
bendita que pueda tocar su orilla santa y abra la caja de pandora llena de
misterios que pasan inadvertidos entre sus piernas para el resto del mundo….Una princesa dispuesta a ser sacrificada
en la noche de la séptima luna donde la belleza y la bestia se complementan en
una sola persona, donde no existe magia sin lujuria y pecado, donde el bien y
el mal arden en la misma paila del infierno envuelta en dulces besos amargos
mientras espera la pequeña muerte entre sus labios bajo la mirada indecente de
los guardianes de Dios..
No hay gloria sin dolor…no hay
amor sin deseo, ni deseo sin ti…sigue cantando para mi…sigue llenando mi vida
de música que con cada nota, con cada melodía se acorta esta distancia que
sigue siendo tan indiferente y cruel…
Princesa?... Princesica Linda, carita de canela en rama.
ResponderEliminarmuá!
Son nuestra huellas, la una junto a la otra, las que han dejado historia que jamás se borra... para Siempre.
ResponderEliminarQue yo hubiera querido ser el Príncipe Azul (grrrrrr... nooooo pitufopríncipe, noooooo), pero me quedé en compañero acompañante para compañía...o por lo menos así, algún tiempo me sentí. Pero como siempre te he dicho y espero que te haya quedado bien grabado en tu bonito corazón, esa situación me encaró y la derroté, por amor, que bien lo sabes. Y no hay reproches, que solo sentimiento, tan grande, tan bonito, que es por eso que, no puedo, por menos, que gritar tu nombre cada noche, aún más allá de las estrellas... si, hasta quedar afónico y que en mi pecho percuta cada letra de Mirella... Y que sea la fuerza para ti y para mí. Para ti, pues para que me recuerdes un poquito cada día. Para mí... bueno, para mí, saberte ahí con todo lo que eso conlleva.
Cada noche escribo tu nombre con un poquito de mí y lo lanzo allá arribota... a toooooo lo alto del cielo.
tq